Hasta el último instante se mantuvo la incertidumbre. Las malas condiciones climáticas de los días previos hacían temer lo peor, que las nubes no dejaran ver el eclipse y la preparación de isleños y los cerca de 4 mil turistas y científicos que coparon el ombligo del mundo, fracasara. Pero pocos minutos antes de que la luna abarcara con su sombra a los pascuenses, el cielo se abrió y no hubo interferencias para observar el fenómeno.
Desde las 16:09 hora de Chile continental, el eclipse fue total durante 4 minutos con 40 segundos, único momento en que es observable la corona solar, siempre oculta por la luminosidad del astro rey. A simple vista se pudo apreciar su color metálico, irregularidad y fuertes destellos, se trató también del momento más esperado por los científicos, que pudieron grabar, fotografiar y medir.
Para los turistas y pascuenses, la mayor algarabía fue en el momento exacto en que la luna se interpone entre el Sol y la Tierra y se forma lo que los científicos llaman “anillo de diamantes”, puntos de destellos extremadamente brillante. Impresionados, se escuchaban gritos y aplausos colectivos que no daban crédito al espectáculo en medio del cielo nítido, sin nubes que opacaran el espectáculo astronómico.
La sombra que atrapó a la isla, a más de 3.500 km de Chile continental, sólo provocó una penumbra parcial, que algunos explicaron por el efecto del Océano Pacífico. Sin embargo, Venus se dejó ver con gran luminosidad y Mercurio, aunque esquivo, apareció cerca del final del eclipse. Durante la penumbra la temperatura bajó en varios grados y se dejó sentir el clásico “viento de eclipse”, producido por la diferencia de temperatura asociada a la oscuridad.
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